No he jugado nunca contra un equipo que se haya coronado campeón de liga dejando a los demás equipos a años luz. Puede que los jugadores y los hinchas del Paris Saint-Germain no lo vean así pero que su equipo tenga 21 puntos de ventaja sobre el segundo en la Ligue 1 con tan solo 21 partidos disputados no es bueno para la competición. El PSG cuenta con grandes jugadores, entre ellos mi viejo compañero de selección el delantero Edinson Cavani, y se mantiene invicto pero la competición, la emoción y la pasión son los factores que hacen del fútbol el deporte más popular del mundo.
Si un equipo domina y gana la liga con facilidad como lo está haciendo el PSG, que sigue invicto, la gente pierde interés mucho antes de que la liga llegue a su fin.
Esta temporada en Europa prefiero mucho más ver un partido de Inglaterra, España o Italia por televisión que uno de Alemania o Francia. En Alemania, el Bayern Munich va a ganar la Bundesliga otra vez. Es una buena noticia para los seguidores del Bayern pero ¿y el resto? El Bayern es tan poderoso que puede comprar a los mejores jugadores del segundo equipo más grande, el Dortmund. Esto les hace incluso más fuertes y les permite mantener al Dortmund en segundo lugar. La dirección del Bayer es excelente, estable y hace muchas cosas bien pero el peligro está en que cuando un club es demasiado poderoso empieza a aburrir.
En Italia, solo siete puntos separan a los primeros cuatro equipos. La Juventus arrancó muy mal pero logró remontar y ahora va segundo. El Nápoles, que no gana la liga desde 1990, es líder mientras que el Fiorentina, que no gana el scudetto desde 1969, va cuarto. Esto es muy emocionante.
En Inglaterra, solo un punto separa a los tres primeros y en España, cuatro. Esto está mucho mejor.
La contribución de Diego Simeone al fútbol español es extraordinaria. Ha evitado que se critique la liga por el dominio del Barcelona y el Real Madrid. Cada vez iban ganando más puntos y perdían menos partidos pero entonces el Atlético de Simeone empezó a funcionar, ganó la liga y actualmente son líderes de La Liga. Cuando yo estaba allí el Atlético iba mejorando. Pasamos de ser un club que no lograba clasificarse para la Champions League o que no ganaba trofeos a uno que sí lo hacía. Jugué con jugadores jóvenes excepcionales como Kun Agüero y David de Gea, pero Simeone, que ha sido todo un éxito como entrenador tanto de clubs pequeños como del Atlético, hizo de este uno de los mejores equipos del mundo y lo ha mantenido así.
La liga española hace bien en preocuparse por el dinero que entra en la Premier League, sobre todo a partir de la próxima temporada cuando entre en vigor el nuevo y gigantesco contrato televisivo. Presumen de que los mejores jugadores del mundo todavía juegan en España; sin embargo, Diego Simeone ha contribuido tanto a la credibilidad de la liga como cualquier jugador.
Es fantástico para España, para Madrid. El reparto del dinero de la TV en La Liga no es todo lo equitativo que debería ser y los dos grandes todavía reciben una proporción demasiado elevada, pero es un país que produce e importa grandes futbolistas. Hemos visto a mi antiguo club el Villarreal derrotar a los dos equipos madrileños esta temporada, el Sevilla venció a los grandes equipos en casa y el Eibar, un equipo muy modesto con un estadio para 6.000 espectadores, se encuentra en sexta posición y en puestos europeos. Esta es una historia deportiva mucho más interesante que la del PSG que compra a los mejores jugadores gracias a su nuevo acaudalado dueño.
En Uruguay la competición ha sido muy reñida desde el partido de apertura de la temporada hasta la pausa. Los dos grandes equipos, el mío –el Peñarol– y nuestro mayor rival –el Nacional–, compitieron duramente contra el Cerro, un equipo más pequeño. Fue bueno para el fútbol uruguayo. Nos metemos presión unos a otros, todo el país lo sigue como lo hará cuando se reanude la liga. Hay gran interés y, mientras escribo esta columna, me preparo para jugar un amistoso contra el Nacional en el que se espera una afluencia de 30.000 espectadores.
No me extrañaría si la gente en Alemania y Francia estuviera esperando a que se reanude la Champions League. Es más interesante que sus ligas nacionales, que no son buenas ni para los seguidores ni para los patrocinadores. No habrá finales apasionantes en la Ligue 1 ni en la Bundesliga y los líderes necesitan rivales, rivales que les presionen y mejoren sus niveles, rivales que mantengan vivo el interés. Sería mejor si el Lyon o el Marsella, dos grandes clubs franceses, pudieran competir con el PSG de nuevo, aunque es muy difícil competir con tanto dinero.
Inglaterra lo hace bien. En diciembre vimos al Manchester United perder contra el Bournemouth, el Stoke y el Norwich. Estos resultados hubieran sido impensables cuando yo estaba allí. No son buenas noticias para los hinchas del United y yo personalmente preferiría ver ganar al United pero es fantástico para la liga que el Leicester City comparta el liderazgo del campeonato inglés.
Me gusta el sistema que tenemos en Uruguay, donde la liga se divide en dos partes. Ello evita que un equipo gane con facilidad y, al haber una pausa entre las dos ligas, los clubs más pequeños pueden recomponer sus plantillas y los jugadores lesionados pueden recuperarse. Funciona. Cuando se reanuda la liga, todos vuelven a estar al mismo nivel. Si a tu equipo tan solo le separan pocos puntos de un rival entonces estás más motivado para luchar y derrotarlo. Pero la motivación no es la misma si te separan 25 puntos.
El sistema draft que se utiliza en los deportes americanos y la división del dinero de forma equitativa también garantiza una mayor igualdad. Con ello no quiero decir que ello debería aplicarse al fútbol pero cuando un club está muy por delante del resto es humano perder el interés y buscar algo más apasionante.

